Cinco de Noviembre, el día antes del aniversario de la Brigada Juvenil "Manquehue", aproximadamente las tres de la tarde, un par de días después de que había salido la papeleta institucional que me habilitaba para tripular y salir a los llamados, me había recuperado hace poco de la fiebre que tuve los días pasados, era un día bastante caluroso donde llegué con mi cotona y mi jardinera aun limpias al Cuartel.
En lo que buscaba un locker para dejar todo listo para lo que pudiera suceder, viene un Voluntario que estaba en el Cuartel y me dice que me coloque el uniforme rápido, que íbamos a ser despachados, pensé que era broma por un momento ya que no caían los tonos del cuartel y no veía a nadie más corriendo, ahí fue cuando cayó la alarma en los altavoces de la sala de máquinas, sonando la voz de la operadora de la central, “Sale B18 a 10-2”; para los que no son familiares con los términos, íbamos a salir con la bomba a una emergencia en pastizal o basural en la ladera del cerro, en este caso era en Lo Barnechea.
Volviendo a la sala de máquinas, ahí estaba yo muerto de los nervios por ser mi primer llamado intentando ponerme el uniforme mientras que no le atinaba ni al cierre de la jardinera para poder subir rápido a la cabina de la máquina, subí con dos voluntarias, una a cargo al frente que era la más antigua de los tres y una conmigo atrás, ahí partimos el trayecto, por primera vez salí del cuartel en la máquina con sirenas y claxon, después de tres años en la Brigada Juvenil viendo salir los carros en cada emergencia mientras se alistaban los voluntarios en la cabina, esta vez, estaba al otro lado del vidrio como un voluntario más en las filas de la Compañía.
Ya en el trayecto, pasaron mil pensamientos por mi cabeza ¿Iría a ser un incendio forestal? ¿Estaré bien preparado? ¿Habrá fuego? Como así muchos pensamientos y preguntas en lo que mi percepción del tiempo se sentía más lenta, todo esto mientras la voluntaria que iba conmigo atrás me explicaba a lo que íbamos más probablemente a enfrentar, aun ni bajabamos y se sentía el calor del sol y el que provoca el uniforme estructural con la esclavina.
Finalmente llegamos a la escena y nos conectamos a las máquinas para alimentar con agua a las Compañías que estaban trabajando en el lugar, había humo sin embargo el fuego lo había apagado la Compañía que realizó el ataque inicial, trabajamos enfriando las brasas y los alrededores para no arriesgar un rebrote, por ser mi primer llamado fuí en la punta pitoneando con voluntarios de la Decimonovena, me impresionó que reconocí a varios de ellos por haber estado participando juntos hace tiempo en los ejercicios inter-brigada que realiza el cuerpo, sin embargo ahora en vez de ejercicios estábamos en la realidad, ya no somos Brigadieres, sino que Voluntarios.
Te hace pensar y darte cuenta del gran aporte de las Brigadas Juveniles a la institución, que uno ve niños con sueños y aspiraciones jugando a ser bomberos, pero pasan a ser adultos en los semilleros de cada compañía siguiendo los pasos de los que pasaron antes, cimentando las tradiciones que hoy tenemos como compañías alrededor de todo Chile.
Volviendo al cerro caluroso, habíamos terminado de trabajar, con árboles, pasto y basura carbonizados, había terminado la emergencia, en la bomba trayecto de vuelta paramos en un grifo para recargar agua, aproveché el momento para pensar en todo lo que había sucedido y darme cuenta de que como Voluntario mi vida cambiaría sustancialmente dando un paso decisivo al integrarme a la Compañía.
Ya con el uniforme y las botas sucias, transpirado, feliz de haber pasado otra etapa de mi vida, nos subimos a la máquina para retornar al cuartel, listos para el siguiente llamado. Hoy tengo el privilegio de ser Voluntario, y es el comienzo de un gran camino para recorrer.
Maximiliano Santander Ruiz-Tagle
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