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EL GALPÓN DE LOS SUEÑOS

De 1968 a 1981

Para la Brigada del Rincón del Manquehue, 1968 se resumiría en largos doce meses de espera que transcurrieron entre las reuniones en la escuela N° 314 o a la luz del farol de la esquina, la capacitación al arrimo de la Decimoquinta Compañía y la incansable tarea epistolar de Arturo Merino Ossa. Solo a fines de ese año, el 14 de diciembre, el proyecto comenzó a tomar presencia en el vecindario con la entrega del primer cuartel. Se trataba de un galpón levantado en Las Hualtatas 7390, el cual había sido donado por la Municipalidad de Las Condes, que por el mismo acto se comprometía a realizar la transferencia gratuita del terreno donde se emplazaba la estructura metálica una vez que se realizaran las diligencias legales correspondientes.

 

El alcalde subrogante Eduardo Cuevas Valdés hizo entrega del sitio a la oficialidad del Cuerpo y la brigada en formación en una ceremonia que contó con la participación de Héctor Chávez Campos, director del Rotary Club, quien donó el primer estandarte de la unidad. Los voluntarios mostraron las destrezas adquiridas levantando un puente de escalas en el lugar.

 

“Como Arturo Merino era movido, muy movido, recuerdo que esa vez vinieron de fideos Carozzi, pusieron ollas y nos hicieron una tallarinata”, evoca Marcelo Arias, quien tuvo que guardar energías para más tarde, ya que esa misma noche y a pesar de las precarias condiciones existentes, fue parte de la primera guardia nocturna junto a Enzo Silva, Nelson Cornejo y Luis Lorca. “Dormíamos ahí sin cama y sin nada. Yo me acostaba arriba de unas tablas, de esas grandes de 4x4 pulgadas, me conseguía algo para que no estuviera tan dura y nos tapábamos. No teníamos ni máquina pero debíamos estar en el cuartel”, relata.

 

Marcelo Arias agrega que, ya entrando en los meses más fríos, “solo apechugábamos con una estufa eléctrica, que en realidad calentaba bien poco, porque cuartel era igual que un hangar donde guardan los aviones. Eso fue lo primero que nos dieron y adentro no había nada, no existían dependencias, solo el galpón metálico. Luego, nosotros mismos fuimos construyendo las dependencias: un baño, sala de capitán, sala para oficiales, sala de la guardia nocturna. Una vez que hicimos las divisiones interiores y le pusimos el techo falso de plumavit, el cuartel se volvió más acogedor”.

 

El 8 de enero de 1969, Arturo Merino Ossa encabeza la primera reunión ordinaria de brigada junto a la nueva oficialidad de la unidad, que había sido elegida justo un mes antes, cuando todavía no contaban con el cuartel de Las Hualtatas, en el colegio Las Condes. En la ocasión, junto con la lectura en forma de las órdenes del día y las notas recibidas, acuerdan que toda la documentación oficial de la B3 sería desde el 1 de enero de 1969 y se da cuenta de una carta enviada por el regidor y futuro alcalde de Las Condes Ramón Luco Fuenzalida, uno de los importantes aliados de Merino en el gobierno comunal, al superintendente del CBS en el que le manifiesta su extrañeza “por el poco interés del Cuerpo de Bomberos de Santiago en la Brigada 3”, misiva que anticipa las turbulencias que viviría la unidad en los meses inmediatamente siguientes.

 

Juan Tala Tala, quien recién se había integrado a la brigada por esa fecha y, por lo tanto, no figura en el grupo de fundadores, recuerda que le tocó ingresar en el peor momento. Descendiente de una familia de origen sirio -“los Tala en Siria son como los Pérez y los González en Chile”, dice con simpatía-, este voluntario tenía 19 años y vivía en el sector de Gerónimo de Alderete con Los Militares cuando se enteró de que, no tan lejos de su casa, estaba en marcha la B3. “Éramos todos cabros jóvenes y nos llamaba la atención eso de estar en una bomba. Fue una experiencia bonita, yo fui mucho años maquinista de la compañía y me gustó servir en ese aspecto”, cuenta ahora, cuando ya está jubilado tras una larga vida dedicada al comercio y el transporte escolar como pequeño empresario.

 

En consideración que el CBS todavía no entregaba las subvenciones correspondiente a los años 1967 y 1968, Merino Ossa comenzó a gestionar en forma directa con el municipio de Las Condes los recursos para la construcción de las nuevas dependencias del cuartel, fondos ascendentes a 147 mil escudos, que serían destinados al cierre del terreno de Las Hualtatas, instalación de alcantarillado y otros trabajos. Del mismo modo, por considerar que el futuro de la B3 Manquehue era incierto, no se aceptarían nuevas solicitudes de aspirantes ni cooperaciones. Desde su fecha de fundación, tanto los ejercicios como el resto de las actividades de la brigada en formación eran costeados por los mismos voluntarios, buena parte de ellos estudiantes, y los préstamos del propio director.

 

El 13 de enero de 1969 los integrantes de la B3 reciben una noticia esperada por casi un año y medio, ya que a través de la orden del día N° 7 del comandante se dispuso su concurrencia a los llamados de comandancia e incendios ocurridos en el recién creado decimotercer cuartel, donde debían trabajar junto a los integrantes de la Decimoquinta Compañía. Esta zona jurisdiccional limitaba, a grandes trazos, con el río Mapocho, por el norte; Avenida Francisco Bilbao, por el sur; Avenida Vitacura, por el oriente, y el canal San Carlos, por el poniente. Es decir, un extenso territorio, difícil de cubrir por una unidad que no contaba con carrobomba y cuyos voluntarios debían llegar por sus propios medios a los llamados.

Marcelo Arias

“Dormíamos ahí sin cama y sin nada. No teníamos ni máquina pero debíamos estar en el cuartel”

Juan Tala Tala

“Éramos todos cabros jóvenes y nos llamaba la atención eso de estar en una bomba"

Marcelo Arias

Una vez que hicimos las divisiones interiores y le pusimos el techo falso de plumavit, el cuartel se volvió más acogedor”.
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